miércoles, 3 de septiembre de 2008

San Cristobal

Muchas veces nos hemos preguntado por qué si en el resto del país se venera a San Cristóbal el 10 de Julio, en Cabizuela se hace a finales del mismo mes. Acaso no es el mismo?
Pues no. Veneramos igual que en el resto del país al Patrón de los Conductores.

Muchas son las localidades de nuestra región que rinden culto a este santo, dado que una de sus reliquias más importantes se encuentra en la localidad leonesa de Astorga.
Pero, ¿quien era San Cristobal?

La tradición dice que es un hombre de gran altura, nativo de la región de Cananea, cuyo único propósito, al ser tan grande, era servir al mayor monarca de la tierra. Al hablar con un ermitaño, descubrió que el Rey al que serviría era Cristo, y tras oir sus enseñanzas, dedicó su vida a ayudar a los caminantes que querían cruzar un río, portandolos sobre sus hombros y con un bastón como ayuda.
Según la leyenda, un día se dispuso a cruzar a un niño pequeño. Según se iba adentrando en el río, el peso se iba haciendo mayor, llegando extenuado a la otra orilla. Al bajar al niño, le preguntó como había sido aquello posible. El niño le contestó que el peso era tan grande porque sobre sus hombros llevaba al rey de todos los hombres, al hijo de Dios. Por tanto, desde aquel momento su nombre sería Cristoforos (el que transporta a Cristo). Como prueba de que aquello era verdad, durante la noche clavaría su palo en la tierra, y al día siguiente daría frutos. Y en efecto, al día siguiente aquel viejo bastón se había convertido en una hermosa palmera.

En toda la Iglesia de Occidente el culto a San Cristobal se celebra el día 25 de Julio, pero en España, y según la tradición mozárabe, se celebra el 10 de Julio, para no hacer coincidir la festividad de San Cristobal con la de Santiago Apóstol.
Sin embargo, al menos una decena de localidades españolas, entre las que se encuentra Cabizuela, si bien no hacen coincidir la festividad con la de Santiago, tan solo la desplazan uno o dos días, dada la importancia de la celebración de San Cristobal para las mismas, pero sin menospreciar a la del Patrón de España.

San Cristobal, patrón de los conductores, caminantes, viajeros, balseros, antiguo patrón del arma de Artillería, al que tanto cariño tengo, y de nuestro pueblo.

Descanso estival

Buenas tardes:
Después de un largo, aunque no por ello menos merecido, descanso estival, dentro de poco volveré a contar algunas historias de Cabizuela.
Gracias por todas las muestras de cariño que han llegado a mis oidos a lo largo de este Verano, y mil disculpas por haber abandonado este lugar común de encuentro.
Un abrazo.
Fernando

miércoles, 18 de junio de 2008

Los primeros pobladores

Aunque es muy difícil remontarnos en la historia de Cabizuela, dado que no se han encontrado restos arqueológicos de gran importancia, es bastante posible que los pueblos arévacos y vetones se encontraran asentados en sus cercanías, cultivando las fértiles tierras junto al Arevalillo y cazando en los encinares y pinares de la zona.
Tampoco es desdeñable la romanización de la zona. De ahí deriva una interpretación de la Toponimia de Cabizuela, como evolución de Capitolia. Los capitolia eran templos construidos para el culto de Júpiter, Juno y Minerva. Pero en el latín que evolucionó en Hispania, se llegó a considerar Capitolia como el centro de una villa con varios despoblados, donde se encontraba algún lugar de culto.
Pero esta interpretación se basa más que nada en conjeturas.
Lo que sí es cierto es el asentamiento de mudéjares en la zona, que huyeron de los califatos del sur presionados por el integrismo. De ahí viene el nombre de Cordovilla, o pequeña Córdoba. Si bien no tenemos ningun documento que lo atestigüe, si que existen varias Cordovillas en el resto de Castilla cuyo origen es árabe.
Los mudejares convivieron en paz y armonía con los repobladores Vasco-Navarros y Leoneses, que fueron sin duda alguna los pobladores de Cabizuela durante la edad media.
Puede que estos habitantes dieran el nombre de Cabizuela o Cabezuela, dada la ubicación del pueblo en un pequeño promontorio que domina todas las tierras de alrededor.
Por poner un ejemplo, el despoblado y los prados de Los Galindos deben su nombre al apellido de algunos de los moradores de la época. Este apellido Navarro se encuentra en gran parte de lugares de repoblación vasco-navarra de España.
Leoneses y astures son los que dan el nombre de "Los Estragales", dado que solo en esa zona se denomina estragal al portal de entrada en una casa o lugar.
Así mismo, "El Hoyuelu" no es más que un pequeño hoyo en Asturias, u "Hoyuelo".
Otra manera de ver la influencia de los Astur-leoneses y Vasco-Navarros en Cabizuela es la existencia de los siguientes apellidos:
- Soto: Como derivación de uno de los principales apellidos Galaicos, Souto.
- Holgado: Como derivación del apellido de la zona de La Cabrera y Sierra de La Culebra Folgado.
- Rodríguez: Aunque es usual este apellido en toda hispano-américa, es de origen leonés.
- Sáez: Los primeros vestigios de este apellido se encuentran en Vizcaya, aunque una rama de esa familia se asentó durante la repoblación en Arévalo.
Pero sin duda alguna, el mayor peso en la repoblación de estos territorios de Cabizuela cae en manos de gentes del antiguio reino de León.
A finales del siglo X, una serie de inciertos episodios naturales, como un eclipse total de Sol, una aurora boreal y una ola de calor, originaron grandes daños materiales en los territorios cristianos. Con el fin de encomendarse a Dios, y como ofrenda para conseguir su intercesión en los combates con los musulmanes, Fernan González, Conde de Castilla, ofrece impuestos a perpetuidad de los territorios de Castilla para la construcción del Monasterio de San Millán (patrón de Castilla) en La Rioja. Ramiro II de León hace la misma ofrenda en los territorios de León para la construcción de la Catedral de Santiago de Compostela. Cuando avanza la reconquista, los nuevos territorios de Castilla siguen pagando tributo a San Millán y los de León a Santiago, hasta la unificación de los reinos.
En ese momento, se hace voluntario a los deseos de los moradores el destino de sus impuestos, y así, los habitantes de Cabizuela, continuan con la tradición de sus antepasados de sufragar los gastos de la construcción de la Catedral de Santiago, tradición que se mantiene hasta el siglo XIX.
(Ver el artículo, Rindamos cuentas al Rey)
Como podemos ver, la Cabizuela actual es una mezcla heredada de los mudéjares que huían del Sur, y los repobladores de la cornisa cantábrica y el reino de León.

lunes, 16 de junio de 2008

Últimas voluntades

A la muerte del Marqués de Monterrón, que tuvo lugar en Vitoria a finales del siglo XIX , los habitantes del Cabizuela se llevaron una grata sorpresa.
El Marqués, además de poseer numerosas propiedades en el Pais Vasco, era dueño de varias fincas en las provincias de Salamanca y Ávila. En Cabizuela era de su propiedad el molino harinero y varias tierras.
En su certificado de últimas voluntades, hizo herederos de las 150 obradas de Cabizuela a los labradores de la cofradía de San Isidro, a los que también dejó tres pares de bueyes.
Cuando el hermano mayor de la cofradía llegó al Registro de Arévalo para aceptar los bienes donados, se encontró con que el testamento ponía una condición a la cesión de los bienes.
A cambio de las tierras y los bueyes, la cofradía y, por extensión, el Ayuntamiento de Cabizuela, debían dar cuatro medianas de pan y una cántara de vino (16 litros) una vez al año a los más necesitados del pueblo.
El ayuntamiento aceptó los bienes, y estableción como fecha del reparto el día de Nochebuena.
De esa manera, en los días anteriores a la Navidad, en los hornos de pan del pueblo, se dejaba de hacer bollos de manteca o perrunillas para hacer el pan de los pobres.
De la misma manera en los numerosos lagares se apartaban las cántaras de vino para los necesitados.
Esa costumbre se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX, momento en el cual las tierras comunales dejaron de ser roturadas, para pasar a ser los actuales prados y pinares comunales, en los que todos los vecinos han de tener derecho a llevar el ganado, en el caso de los primeros, y a recoger piñas y madera en el caso de los segundos, aunque el aprovechamiento pueda ser subastado.

jueves, 12 de junio de 2008

Imágenes de este blog

Buenos días:
Como podéis ver, el blog ha cambiado de apariencia. He retirado todas las imágenes que había colgado de los artículos, dado que no se ajustaban a la realidad.
Se me hace una puntualización acertada diciendo que podía buscar imágenes más relacionadas con el pueblo, en vez de con los artículos publicados.
Mi intención era, tan solo, intentar acompañar los textos con ilustraciones que dieran una pequeña idea sobre lo que se estaba hablando.
De todas maneras, la puntualización me parece acertada, y puede inducir a error la inclusión de fotografías que nada tienen que ver con Cabizuela.
Como dije al inicio de este blog, pedía disculpas por adelantado por los errores cometidos y, sin duda, este ha sido uno de ellos...
Pero a la luz de esto, se me ocurre que podíamos crear en Cabizuela un Archivo de Fotografía Antigua. Sin duda alguna, en viejas latas de membrillo se deben esconder muchos tesoros que, si no se digitalizan, se acabarán perdiendo.
Lo iremos dando forma.
Gracias a todos y, seguir leyendo este blog, como atestiguan las más de 500 visitas que llevamos en estos dos meses.

martes, 3 de junio de 2008

Los vaqueros de Cabizuela


Al llegar la primavera, la actividad en el campo volvía a rebrotar. Un manto de hierba cubría el "Prado Ancho", "Los Estragales", y "Las Lagunas". Y decenas de vacas se dirigían hasta estos prados para pastar allí a sus anchas.



Antes de llevar las vacas al prado, se celebraba "La Junta", predecesor del actual "Seguro Agrario". Todos los ganaderos que iban a tener los animales juntos, tasaban una a una cada cabeza, y dejaban por escrito dicho valor. Si algún animal, durante el periodo de pastos, resultaba dañado por accidente, el resto de los ganaderos pagaban al propietario su valor. Como contraprestación, tenían derecho a parte de la carne del animal, a un precio simbólico. En varias ocasiones, todos los que iban de Cabizuela al mercado semanal de ganado de Crespos, llevaban en sus fiambreras un mismo guiso de carne, cuando el resto de la gente apenas podía comer algo de cocido y un torrezno.



Los vaqueros eran quien dirigían el ganado, y lo aproximaban hasta las mejores zonas y a los caños para poder beber. Pasaban en los prados casi todo el Verano, durmiendo en los bardos, pequeñas cabañas maltrechas, fabricadas con palos, retama y paja.



Cuando alguien necesitaba las vacas para arar, iba hasta el prado a lomos de un burro, con el yugo a cuestas. Recogía las vacas, las ponía el yugo, y regresaba otra vez con ellas por la noche.



Una de las estampas más expectaculares cuando se echaban las vacas al prado, era ver las luchas de los toros, para hacerse con el poder de la manada y así poder cubrir a las vacas en celo. Siempre bajo la atenta mirada de los vaqueros, quienes se encargaban de que ninguno de los dos oponentes resultara herido, se organizaban corrillos en los que se apostaba por el toro ganador.



Otra de las estampas curiosas de esta época, se producía cuando acababa la temporada de los prados. Las vacas se llevaban a los pilones, que existen actualmente, y desde ahí cada vaca se dirigía sola a su casa. Estaban acostumbradas, dado que durante todo el Invierno, se las llevaba a beber cada uno, desde su casa, al pilon; ya se sabían el camino de sobra. Por eso, al llegar el final de Septiembre, un reguero de vacas avileñas, frisonas, bueyes, y demás, recorría las calles del pueblo sin vaquero alguno. Pero todas acababan metidas en su cuadra.



Así que, cuando veamos por la televisión una película de vaqueros, nos podemos acordar de los que hubo no hace tanto tiempo en Cabizuela.






lunes, 2 de junio de 2008

El pino de Mayo




Aunque es una tradición que gracias al interés de los mozos y mozas actuales se sigue manteniendo, la tradición de "Pinar el Mayo", se remonta hasta la noche de los tiempos.



No se trata de una tradición local, sino que supera el ámbito regional e incluso nacional, ya que se encuentra intimamente emparentada con Los Palos de Mayo en Suecia, el Waber de Babaria y otras similares en el Reino Unido.



Hay que remontarse hasta la noche de los tiempos para encontrar un sentido a esta tradición. Los cultos del ser humano durante el Paleolítico dan un carácter de divinidad a los árboles, como morada de espíritus. Al hacerse sedentarios durante el Neolítico, dentro de los asentamientos siempre colocan un gran arbol en el centro de sus aldeas, a fin de que los espíritus puedan vivir entre ellos, y así proteger sus cosechas,el ganado, y mantener la fecundidad de las mujeres. De esta misma raíz deriva el "Arbol de Navidad", que los pueblos del Norte colocan en el solsticio de Invierno, para protegerlos de las noches perpetuas del invierno ártico.



Pero los pueblos celtas y mediterraneos empiezan a colocar el arbol justo al principio de Mayo, estallido de la vegetación, al alegría, el amor y las fiestas.



Con las civilizaciones greco-romanas, la colocación de los árboles protectores se fija en torno a las celebraciones de las fiestas en honor a Ceres (diosa de la agricultura), Pales (dios de la ganadería), y Maia (diosa de la fertilidad), todas ellas entre finales de Abril y principios de Mayo.



En la cristianización de nuestros territorios, la colocación del Mayo se centra en la celabración de la Virgen de Mayo (La Virgen de Galindos, en Cabizuela).



Y así, desde hace varios siglos, los mozos y mozas de Cabizuela dan rienda suelta a la alegría para colocar el Mayo, y así dar gracias a la vida y al inminente comienzo de un nuevo Verano.






miércoles, 28 de mayo de 2008

Días de siega



Había pasado el Corpus, y las cuadrillas llegaban a Cabizuela.


En esas primeras tardes, se oían las piedras de afilar en casa del señor Adolfo. Leopoldo y los suyos habían llegado desde Galicia, como año tras año, para comenzar la siega.


Con el alba aún por llegar, salían de los pajares los segadores. Gallegos, extremeños y serranos se dirigían a los campos a lomos de sus burros, los más fortunados, y el resto a pié.


Con los primeros rayos de Sol, se empezaba a dar buena cuenta de las algarrobas. El sonido de las hoces cortando la mies auguraba una larga temporada de trabajo.


Dos de los segadores iban abriendo el corte, para que el rapaz fuera atando las gabillas, que posteriormente se llevarían a la era para ser trilladas.


A la hora del almuerzo, el rapaz iba al pueblo a por la comida,montado en el burro. Poco a poco, las horas iban pasando, pero el cansancio no parecía hacer mella en aquellos hombres que segaban a tal velocidad que parecía cercano el fin del mundo. Pero el final de la jornada le ponía el Sol, y con el último atisbo de luz, los segadores regresaban a los pajares.


Una vez segadas todas las algarrobas, que servirían de alimento para el ganado, se continuaba con la cebada, la avena y el centeno, para acabar por las fechas de Santiago con el trigo.

Las gabillas que se iban haciendo al segar, se amontonaban en haces, para ser cargados al carro. Al llegar a la era, se extendían en parvas, para ser trilladas, pero eso ya lo hacía cada familia.

Los segadores habían acabado con su trabajo, y seguían con su camino buscando nuevos campos donde trabajar.


El año siguiente, con el calor, volverían a Cabizuela, para hacer lo que sus antepasados llevaban haciendo varios siglos. Segar.

miércoles, 30 de abril de 2008

Vamos a La Lucha

Era la víspera del día de San Bartolomé. Alejo y Andrés tenían los nervios que solo tienen los campeones. Su fama les obligaba otro año más a hacerse con el torneo de "Las Mangas", y con aquel chaleco que podían lucir los días de fiesta como trofeo.


El ambiente se iba calentando en la plaza de la iglesia de Cabizuela, aún de tierra. Una gran hoguera iluminaba a los luchadores de todos los pueblos de alrededor, que volvían a venir otro año para probar suerte. Solo pedían que no les tocara en los cruces eliminatorios ni Alejo ni Andrés.


Todos ataviados con su traje de faena, pero distinto cinturón. Uno ancho de cuero, para que el otro luchador se pudiera agarrar a él.


Y empezó la primera lucha. Tomás de Constanzana contra Andrés. El público, espectante, quería volver a ver una demostración de fuerza de su paisano.




Cuando el árbitro dió el comienzo, Andrés agarró el cinto del forastero con las dos manos y levantó en vilo aquel cuerpo de 110 kilos, para lanzarle contra el suelo, y que Tomás diera con su espalda en la arena. Primer luche vencido.





Se trataba de un combate de lucha leonesa al uso. Los pastores transhumantes, que subían con los hatajos de ovejas hasta León en verano, para bajar después a Plasencia en invierno, fueron los que trajeron estas costumbres a nuestro pueblo. No en vano, en la provincia de León, las disputas entre pastores se dirimían en un combate de lucha. Nada de puñetazos ni patadas. Solo el arte de tirar al contrario mediante zancadillas o levantandolo en vilo.


Y los pastores eran los mejores luchadores. Ya lo decía el refrán: "para la tierra, un labrador;pero para la lucha, pastor".


Una a una se continuaban las luchas, hasta llegar a la final, como siempre entre Alejo y Andrés. Los dos renunciaron al chaleco, ya que ya habían ganado varios cada uno.


-"¿Lo dicho?", preguntó Andres


- "Eso", respondió Alejo.


Y comenzó la última lucha.


Varios minutos de mañas, agarres y zancadillas, hasta que Andrés derribó a su oponente.


Los dos se dieron un abrazo, y llenos de magulladuras fueron al bar.


-"Un jarrillo de vino, que paga Alejo", dijo Andrés con sorna.




Y esa fue toda la apuesta. Luchar en una misma noche por un jarro de vino con más de diez hombres cada uno. Nobleza y deporte se daban la mano entre dos buenos amigos.

miércoles, 9 de abril de 2008

El hombre del saco

Cuántas veces no nos habrán asustado de pequeños para que volviéramos pronto a casa de jugar. Los pinares o la arboleda eran un lugar inseguro porque, por la noche, allí se escondía el hombre del saco.
Otro personaje de ingrato recuerdo era el sacamantecas. Si te portabas mal, te amenazaban con dejar que te llevara este criminal para sus fines.
Pues bien. Aunque parezca imposible estos dos personajes existieron, a caballo entre el siglo XIX y el XX, y su noticia llegaría a nuestro pueblo en forma de coplilla de ciego, habiendo quedado de esa manera para siempre en el imaginario popular.

El hombre del saco no es otro que Francisco Ortega, natural del pueblo almeriense de Gador, quien allá por 1910, engañado por unos curanderos de su pueblo, secuestró con un saco a un niño de siete años, con el fin de curar su propia tuberculosis. La cura consistía en beberse la sangre caliente de un zagal, y colocarse unas cataplasmas con las mantecas del mismo. Ortega mató al niño y, tras realizarle la autopsia, encontraron numerosos cortes en el cuerpo, con restos de sangre, así como otro a lo largo de todo su vientre, en el cual no se encontraba el saco seroso (mantecas). Ortega fue ajusticiado y murió a garrote.



El auténtico sacamantecas residió en la provincia de Álava a finales del XIX. Se llamaba Juan Díaz de Garayo, y tenía un aspecto feroz. Su actividad delictiva se dearrolló durante nueve años. Sus crímenes comenzaban con abusos sexuales y, si las jóvenes se resistían, las mataba practicando un corte en el vientre con un cuchillo, para sacar después sus mantecas. Pagó con la horca en la carcel de Vitoria en 1881, por seis asesinatos, de los cuales nunca se arrepintió aunque siempre se supo que fueron muchas más sus víctimas.

Hace ya muchos años de estos acontecimientos y sus autores ya fueron ajusticiados pero, por si acaso, no conviene bajar la guardia....

Chicharrones y picadillo (II)

Cuando llegaba la noche, se llevaban las artesas hacia el marrano, y se "estazaba".

Con precisión milimétrica, los mayores despiezaban el cerdo, separando perfectamente tiras de magro, tocinos, mantecas, jamones, costillas, espinazo, etc... Se preparaba el adobado para ciertas partes, y otras se dejaban orear para picarlas al día siguiente, y así embutir los chorizos.


Chorizos, longanizas, chorizos culares, bofeños...un sin fin de viandas con las que pasar el año.
Ese era el día de comer el picadillo, manjar dificilmente comparable con las jijas de los bares de hoy.
Después morcillas, freir los chicharrones, salar los jamones, echar al fresco, se concluía con varios días de trabajo, de los cuales se vería su fruto tomando una "tajá" o en la olla.

La temporada de matanzas se acababa. La gata volvía a casa y a su trabajo normal. Cazar ratones. Que para eso se la crió.

Chicharrones y picadillo (I)

La gata llevaba tres días sin aparecer en casa. Sin duda alguna, sus vacaciones de Navidad habían empezado. En esta época, es normal que estuviera en casa de algún vecino, comiendo depojos y sobras.
Era época de matanza.
La jornada empezaba pronto, apenas había salido el Sol. Reunidos en la puerta de casa, la familia y algún vecino, se iba a buscar el cerdo.
Al llegar a la pocilga, los cochinos aún dormían, pero su hora estaba cerca. Un gran mesa de madera a la puerta, sobre la cual estaban los mejores cuchillos, indicaba que se había preparado su patíbulo particular.

Tras pesar a la marrana con la romana, todos a una la subían a la mesa, para así poder atar sus patas. Y una vez bien sujeta, se oía el estruendoso gruñido, y su vida se iba acabando poco a poco en aquel barreño de latón, sujeto por alguna mujer. Cuando la muerte era clara, se volvía a llevar al suelo y allí chamuscarle. Unas retamas de los pinares, escobas y tamujas eran los combustibles, y poco a poco la piel del cerdo iba perdiendo su pelo, hasta apagarlo por completo, para sí poder rasparlo bien.
LLegaba la hora de colgarlo y abrirlo, para poder eviscerarlo. A la vez se cogía un poco de carne, hígado y lengua, que alguno con coche llevaba al veterinario de Papatrigo o San Pedro. La triquinosis había hecho mella, y había que estar bien seguro de lo que se comía.
En ese momento, como agradecimiento a los ayudantes, siempre aparecía una bandeja de pastas y polvorones, botellines de cerveza, vino, y algún que otro orujo.
Hasta por la tarde, poco más que hacer.
Las mujeres lavaban las tripas y el estómago. Agua fría y caliente, tierra y alguna pared de adobe sus instrumentos.
Continuará.........

martes, 8 de abril de 2008

Rindamos cuentas al Rey

Aquella fría mañana de 1751, la taberna de Cabizuela estaba más revuelta de lo habitual. No había nada que hacer en el campo, y varios vecinos esperaban expectantes la llegada de un forastero. Pocos días antes había llegado al pueblo una misiva en la que se les apercibía de la llegada al pueblo de Fausto de Cossio, un Juez Delegado de la Corona.
Según decía aquella carta se quería hacer un catastro, para reunificar todos los impuestos, y cerrar de una vez por todas el sistema feudal para pagar tan solo al reino.



Junto a un jarrillo de vino estaban "los Juanes", como así se los llamaban. Eran Juan Ruano y Juan Gómez, alcaldes del pueblo y sus pedanías (Los Galindos y Santiago de La Quemadilla). Con ellos conversaba Don Diego Vaquero, cura del pueblo, y hombre fedatario para estos trámites.

El juez amarró su caballo, y entró en la taberna:

Tras numerosas presentaciones, el escribano que acompañaba a Don Fausto, se sentó en una banquetilla, y comenzaron las preguntas.

Los hombres del pueblo contestaban a todo, como buenamente podían.

El término del pueblo era de 2700 obradas (2 leguas al Norte, 4 al Sur, y 4 de circunferencia). Limitaba con Bohodón, San Pascual, Cabezas, Constanzana, Pedro Rodríguez, Papatrigo y Cordovilla.
Todo tierras de secano, excepto algunas huertas, pinares, viñas y prados. Las tierras de dejaban una vez cada cuatro años de barbecho, para poder cosechar cebada, trigo, garrobas y centeno.
Por ese aprovechamiento debían de pagar el diezmo tercio, diezmo primicia, tercias y cuartilla a los Curas de Ávila, los del Colegio de San Gregorio de Valladolid, a las Monjas de Santa Ana, y algo más para la Catedral de Santiago de Compostela y para la construcción de la Iglesia de Cabizuela, fastuosa obra de granito que nunca se llegó a acabar.
Se molía en el molino del Arevalillo, propiedad del Marqués de Monterrón.
La cabaña ganadera estaba compuesta por vacas, bueyes, ovejas, caballos, mulas y cerdas de cría.
Había 48 cabezas de familia, que vivían en 62 casas, aunque aquí incluyeron la casa del Concejo, la carnicería y la fragua.
Como gastos comunes del pueblo, tan solo pagaban al alguacil, a una cuadrilla que limpiaba el pozo común, a los curas por oficiar, y las fiestas de San Bartolomé, San Cristobal y San Marcos. Además se pagaba a la casa de los locos de Valladolid y a la Sta. Casa de Jerusalén.



En el pueblo, además de la taberna, había un mesón, regentado por Manuel De La Iglesia. Pero la lista de oficios continuaba con un cirujano, un herrero, un sastre, varios jornaleros, labradores, ganaderos y, por desgracia, tres pobres de solemnidad.

Acabaron las preguntas, y, al irse el juez, la taberna quedó vacía. Tan solo "Los Juanes" y el señor cura permanecieron en el lugar, hablando sobre lo ocurrido esa mañana. Dudaban sobre los beneficios para el pueblo de aquel interrogatorio. A fin de cuentas, el aroma de la olla llegó a su olfato, y se disolvió la reunión.

El comienzo de una andadura

Al comenzar con estas letras, quiero dedicar esta nueva andadura a quienes nos precedieron y nos sucederán en el amor a este magnífico pueblo de la Moraña.

Con la creación de este blog quiero plasmar en la red la historia y las tradiciones de Cabizuela, modesta localidad abulense que ha pasado por infinidad de vicisitudes, pero que gracias al trabajo de sus hombres y mujeres, siempre ha sabido estar a la altura de su historia, y le concederán un futuro no menos próspero.

Cuando la vida nos ha hecho alejarnos de nuestras raíces, tan solo el regreso a ellas conseguirá que comprendamos todo lo que somos, y nos permitirá sentirnos orgullosos de nuestros antepasados. Así podremos enseñar a nuestros hijos de dónde vienen, y que nunca olviden que su vida, de una u otra manera, se forjó en Cabizuela.

Tan solo os pido que sepáis disculpar mis errores en esta nueva andadura que, sin duda, serán bastantes. Lo único que intento hacer es recoger las historias que los viejos de nuestro pueblo me contaron alguna vez, y así rendirles un sincero homenaje.