miércoles, 9 de abril de 2008

El hombre del saco

Cuántas veces no nos habrán asustado de pequeños para que volviéramos pronto a casa de jugar. Los pinares o la arboleda eran un lugar inseguro porque, por la noche, allí se escondía el hombre del saco.
Otro personaje de ingrato recuerdo era el sacamantecas. Si te portabas mal, te amenazaban con dejar que te llevara este criminal para sus fines.
Pues bien. Aunque parezca imposible estos dos personajes existieron, a caballo entre el siglo XIX y el XX, y su noticia llegaría a nuestro pueblo en forma de coplilla de ciego, habiendo quedado de esa manera para siempre en el imaginario popular.

El hombre del saco no es otro que Francisco Ortega, natural del pueblo almeriense de Gador, quien allá por 1910, engañado por unos curanderos de su pueblo, secuestró con un saco a un niño de siete años, con el fin de curar su propia tuberculosis. La cura consistía en beberse la sangre caliente de un zagal, y colocarse unas cataplasmas con las mantecas del mismo. Ortega mató al niño y, tras realizarle la autopsia, encontraron numerosos cortes en el cuerpo, con restos de sangre, así como otro a lo largo de todo su vientre, en el cual no se encontraba el saco seroso (mantecas). Ortega fue ajusticiado y murió a garrote.



El auténtico sacamantecas residió en la provincia de Álava a finales del XIX. Se llamaba Juan Díaz de Garayo, y tenía un aspecto feroz. Su actividad delictiva se dearrolló durante nueve años. Sus crímenes comenzaban con abusos sexuales y, si las jóvenes se resistían, las mataba practicando un corte en el vientre con un cuchillo, para sacar después sus mantecas. Pagó con la horca en la carcel de Vitoria en 1881, por seis asesinatos, de los cuales nunca se arrepintió aunque siempre se supo que fueron muchas más sus víctimas.

Hace ya muchos años de estos acontecimientos y sus autores ya fueron ajusticiados pero, por si acaso, no conviene bajar la guardia....

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