miércoles, 9 de abril de 2008

Chicharrones y picadillo (II)

Cuando llegaba la noche, se llevaban las artesas hacia el marrano, y se "estazaba".

Con precisión milimétrica, los mayores despiezaban el cerdo, separando perfectamente tiras de magro, tocinos, mantecas, jamones, costillas, espinazo, etc... Se preparaba el adobado para ciertas partes, y otras se dejaban orear para picarlas al día siguiente, y así embutir los chorizos.


Chorizos, longanizas, chorizos culares, bofeños...un sin fin de viandas con las que pasar el año.
Ese era el día de comer el picadillo, manjar dificilmente comparable con las jijas de los bares de hoy.
Después morcillas, freir los chicharrones, salar los jamones, echar al fresco, se concluía con varios días de trabajo, de los cuales se vería su fruto tomando una "tajá" o en la olla.

La temporada de matanzas se acababa. La gata volvía a casa y a su trabajo normal. Cazar ratones. Que para eso se la crió.

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